Veinte años han transcurrido desde que el desarrollo del conocimiento
científico y el avance tecnológico obligaron a modificar las
estrategias de la enseñanza escolar. Cambiaron el método para aprender a
leer, el proceso para resolver una operación matemática, los nombres de
los cursos y el sistema de calificaciones. Ya no se silabea, tampoco se
memoriza, y pobre de aquel que cuente con los dedos. Son otros tiempos.
Veamos aquí cómo se aprende ahora.
Había que repetirlo hasta aprenderlo o hasta convencerse:
“Mi-ma-má-me-a-ma”. Ahora la tabla del 2. Si no puedes, ayúdate con los
dedos. ¿2+1? 3. Y así hasta memorizar la retahíla de tablas aritméticas
que nos pusieran enfrente. Era 1991, pero desde hacía décadas la
esforzada labor de colegial se aprendía así, silabeando las palabras,
contando con los dedos y memorizando fechas. El libro Coquito en la
mochila. Un huevo duro en la lonchera. Así quizás aprendió usted. Quizás
nosotros también, pero esto ha cambiado por completo, por más nostalgia
que ello cause. Ahora se privilegia el procedimiento, el proceso, antes
que el resultado de una operación. El juicio crítico antes que la fecha
y la hora exacta de un acontecimiento. En otras palabras: a su hijo,
lector, no le están enseñando las fechas, ni las fórmulas ni los datos.
¿Eso explica la sensación extendida entre muchos padres de que ahora los
chicos aprenden menos que antes? Fuimos por la respuesta y la traemos a
continuación.
Del Venciendo a Google
El enfoque de la educación actual privilegia las habilidades o
competencias que el alumno pueda adquirir, por encima del contenido o el
dato que pueda aprender. Por ejemplo, si antes a usted le enseñaron de
memoria que la Guerra con Chile se inició en 1879, ahora a su hijo le
enseñan a entender las razones de este hecho histórico y a emitir un
juicio crítico sobre él. O lo que es lo mismo, si antes le enseñaban que
3x2 es 6, ahora le enseñan a entender la operación: 2+2+2.
“El avance de la tecnología supuso un cambio de paradigma para el que
no estábamos preparados”, reflexiona la educadora María Teresa Moreno,
directora académica de Colegios Peruanos. “Ahora el enfoque de la
educación no está tanto en los contenidos sino en las competencias que
el alumno debe adquirir en el año. Por ejemplo, no me sirve de nada que
el alumno memorice las partes del resumen. Tiene que demostrar en clase
que sabe hacer un resumen”, explica la docente. Hoy –dice esta vez el
viceministro de Educación, Idel Vexler– se evalúa tanto los
conocimientos del alumno como su expresión oral, su capacidad de
esquematizar la información y entenderla. Si me hace una presentación en
Power Point, evalúo también si sabe usar ese programa. O sea, ahora se
evalúa de manera integral y ya no solo si el alumno memorizó el dato,
apunta.
La razón: el dato lo puede encontrar en todas partes. Si antes, a
inicios de los 90, un chico aprendía fechas y fórmulas de su
enciclopedia Venciendo, ahora solo le basta escribir, por ejemplo,
“Guerra del Pacífico” en Google para obtener 5 millones 820 mil
resultados en menos de un segundo. Si antes aprendía álgebra con su
libro de Baldor, ahora solo tiene que escribir “álgebra” en el buscador
para encontrar 45 millones 100 mil resultados, en el mismo tiempo.
“Claro que este cambio de paradigma es controversial. Hay gente que
no está de acuerdo, que dirá que antes los chicos aprendían más. Hay
gente mayor que dice que los chicos de ahora son incultos, que no tienen
cultura general como ellos sí la tuvieron desde el colegio, que no
saben información. Ahí lo que cabría preguntarse es qué tan inculta es
una generación que se maneja por chat o por Facebook, frente a una
generación que, por ejemplo, no usa redes sociales”, cuestiona María
Teresa Moreno.
El libro descartable
El antiguo paradigma de que la historia es una sola y no cambia
también se vino abajo a la luz del avance de la tecnología y los nuevos
descubrimientos. Esa es otra razón para no poner énfasis en el contenido
y sí en las competencias logradas en el aula de clases: el contenido
siempre es cambiante y lo que era verdad ayer, hoy ya no lo es, precisa
la profesora Moreno. Basta un ejemplo: los textos escolares de antes del
2006 consideraban a Plutón como un planeta más del tema del Sistema
Solar. Pero ese año, la Unión Astronómica Internacional le retiró la
categoría de planeta. Los libros tuvieron que cambiar.
Con ello cambiaron también las formas en que los chicos estudian. Si
antes enciclopedias como Venciendo, Escuela Nueva o Nuevo Amanecer
pasaban de generación en generación y su vigencia podía ser de una
década, ahora la vigencia de un texto escolar no pasa de dos o tres
años. “La información es tan cambiante que ahora lo que se tiene que
enseñar a los chicos es dónde buscarla y qué fuentes son fiables. Muchos
padres se preocupan porque ven a sus hijos haciendo el ‘copy-paste’
(copiar-pegar) de datos. En ese caso, el padre o el maestro debe enseñar
a procesar la información, entenderla y asimilarla”, precisa Moreno.
No silabeo, no dedos
Pero si a inicios de los 90 se aprendía a leer y a escribir
silabeando, ahora ¿cómo aprenden los chicos? El viceministro de
Educación, Idel Vexler, explica que el método del silabeo quedó
completamente desfasado, “porque lo que se busca ahora es que el alumno
entienda lo que lee, lo que no se logra con el silabeo o con los
percentiles ortográficos (dictados). Lo que se intenta ahora es que a la
vez que el niño va aprendiendo a leer y a escribir, aprenda también a
producir textos, oraciones con sentido.
Una vez que las ha construido, recién se evalúa la gramática, la sintaxis y ortografía, por ejemplo”, precisa.
Tampoco se aprende ya a contar con los dedos. La razón la explica el
profesor Marco Fernández, del colegio María Alvarado, en el Centro de
Lima. “Lo que se busca es que el alumno desarrolle su capacidad de
abstracción, que haga el proceso mental, lo que le va a permitir hacerlo
más rápido. Para ello tiene que aprender estrategias. Por ejemplo,
antes ¿cómo se enseñaba a sumar y restar? Escribías un número debajo del
otro, hacías la operación, si era resta tenías que ‘prestar’, etc.
Ahora se enseña por el método de aproximación, que se hace en la mente.
Si sumas 12+15, primero sumas las decenas y te da 20. Luego sumas las
unidades, que te dan 7. Y ya. Obtuviste el resultado en tu mente y en
menos tiempo”, apunta.
Diseño curricular
De seguro, lector, el horario de secundaria que usted pegaba en una
pared de su cuarto tenía los cursos de Lenguaje, Ciencias Naturales,
Historia, Educación Cívica. Si ve el horario de su hijo o hija, notará
que algunos cursos han cambiado de nombre, y lo que antes era Lenguaje,
ahora se llama Comunicación. Si antes el curso era Ciencias Naturales,
ahora se llama Ciencia y Ambiente. Lo que antes era Educación Cívica, se
encuentra en un área llamada Personal Social. Historia del Perú e
Historia Universal se unieron en un solo curso que se llama Historia,
Geografía y Economía. ¿Es solo un cambio de nombre?
“No, eso responde a un cambio en el diseño curricular originado a su
vez en un cambio de paradigma. En el marco de la globalización, el
conocimiento no puede ser aislado. Por ejemplo, la historia de los
pueblos se da en el marco de la historia universal y está demostrado que
los sucesos históricos siempre tienen un factor económico financiero.
De modo que hay que aprender el hecho en su conjunto, desde todas sus
perspectivas. Como verás, es algo más que aprenderse la fecha de una
batalla”, apunta Vexler.
No se trata de dejar de lado los contenidos académicos, sino que
estos generen un juicio crítico y sean aplicables en la vida cotidiana y
laboral. Que quede claro entonces que las enciclopedias, el silabeo, el
conteo con los dedos, las fórmulas y las fechas no son más que
reliquias en el museo de la educación peruana, el único lugar imaginario
en el que aún podríamos silabear que nuestra mamá nos mima.
Datos
7 millones 773 mil 237 estudiantes iniciarán el año escolar este
martes 1º de marzo en las escuelas públicas y privadas de todo el país.
340 mil maestros impartirán clases este año en los niveles Primaria y
Secundaria de las escuelas públicas a nivel nacional. Ciento cincuenta
mil lo harán en el sector privado.
96 mil escuelas hay en el país, entre públicas y privadas.